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regalos de reyes

M irar en los estantes de la jugueteria/papelería/tienda mágica, múltiple (cómo se llaman esas tiendas?) y tienes de regalos de última hora, un pequeño paletero como peluche, y su carrito de helados y paletas. El hombrecillo unido de manera tal al carrito, que cuando avanza el carrito de helados, él va al lado bajo la sombra de su techito -cuando es carrito más completo-,  o la versión B, con una combinación diferente de colores y sin el pequeño tejado, sólo un carrito paletero. Tal como podría pintarlos la memoria y el trabajo de @malditoperrito, en un barrio cualquiera de esta gran área metropolitana.
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Rastros heréticos

Hace unos días publiqué en una red social "amiga: cancela tu participación en la enemistad histórica entre mujeres", palabras más/menos. Hoy, mientras pintaba las paredes de la casa de mi tía, escuchaba un episodio grabado, una entrevista que una admirable mujer le hacía a otra, igual de admirable. En el tiempo que transcurría, escuchaba atenta las referencias, algunos debates y posturas que AC había compartido conmigo en nuestras reuniones cuasi semanales durante poco más de un año. AA escuchaba, preguntaba, intervenía y elogiaba a AC, a su talento, a sus conocimientos, vaya, se posicionaba como devota ante la grandilocuencia de la segunda. Y con el paso de los minutos y de la escucha, los celos, la envidia, los malsanos deseos de ser yo quien fuera elogiada, quien compartiera las reflexiones sapientes frente a AA, quien sostuviera conocimientos tan valiosos que hiciera deseable hacerme interlocutora se apoderaron de mí. Sí, sentí que me disminuía, que mi inteligencia era di

Luna de copal

Luna en creciente, estamos a tres noches de cuarto creciente. Por razones que no vienen al caso, no había podido prender copal desde hace varias semanas y, honestamente, necesitaba que su humareda ensortijada entrara por mi nariz y penetrara en mis pulmones, bronquios, bronquiolos para desactivar casi de manera automática mi sistema nervioso. Frente a mí los gatos, siempre espectantes, siguiendo con sigilo cada uno de mis pasos.  El encendedor en la mesita, el incienso que sale del envoltorio halado por mi mano, los gatos siguiéndome con la mirada, la luz cálida del foco del comedor a media distancia, el fuego naciente desde mi mano izquierda, la vara de copal en mi derecha, aproximándose hacia su encuentro, que a su vez hacía de centro del triángulo que formamos gata, gato y humana en hipnosis con los espirales, con el fuego, con el humo revitalizador y también con el hecho de que la luna está en creciente, casi en cuarto creciente. Noche coincidente a los días de gozosa -y dolorosa-,

Angustia nocturna

 E stoy sentada frente a la página en blanco. Puse mi canción favorita en inglés para abstraerme. No logro recordar la idea que desde anoche me tenía con la mente en venir a escribirla, a desarrollarla. No la recuerdo. Afuera de mis audífonos S.G. se queja... casi como siempre está hablando de su trabajo, de la violencia hacia los niños, y yo sólo noto cómo se siente rebasada ante ese fragmento del mundo, del globo que no podemos controlar. Yo también, prima, yo también me siento rebasada muchas veces frente a todo lo que pasa en derredor y que claramente no puedo controlar. Ni tú ni yo ni la señora que vende tamales en la esquina por las mañanas, y al parecer casi tenemos el mismo campo de acción que el senador concentrado en beneficiar sus negocios y no en la gobernabilidad. En fin, prefiero aturdir a mi psicóloga con esos calambres mentales que a mi familia. ¿También tú has sentido rebasada(o)? Probablemente también te preguntas cómo es que todos los días hacemos frente a la agobian

Vacilando frente a los tiempos

 T iempos vacilantes, donde se antoja dar dos pasos atrás en lugar de andar obligadamente siempre uno hacia adelante, siempre. Los tiempos postpandémicos han sido complejos. No lo digo sólo yo, lo dice la inflación, la crisis, las amigas, los espacios de encuentro, las depresiones y crisis heredadas y multiplicadas gracias a la pandemia. Estamos rehaciendo nuestro mundo... como podemos o como las piezas más o menos van ensamblando, al igual que las de un rompecabezas de cartón después de haberse mojado y secado. Y, de entre todo lo que pasa, pasa el tiempo y ya estamos en octubre y honestamente el cierre de ciclos nunca había sido más sentido y acorde a la época que en este momento. Leía a Marcela Lagarde y cómo resalta la importancia de la autonomía de las mujeres, en cada una de nosotras y como sexo. Y pues la base está en lo tangible, esto incluye a lo económico (independencia y autonomía no son sinónimos por cierto, pero ese es otro debate). Entonces me encuentro en el texto que le

Borradores y encuentros

Abro el blog. La pantalla inicial me permite recordar que tengo cuando menos dos entradas como "borradores" pero ¿cuándo vuelvo a ellos? ¿cuándo vuelvo a los párrafos escritos en medio de la necesidad de expresar ideas que me aquejan o me ponen reflexiva? la respuesta ni me enorgullece ni me da felicidad: no vuelvo, la vista a mis palabras e ideas previas. Las páginas escritas ven la sombra al cerrarse el cuaderno, al apagar la computadora, en los borradores de los bloc de notas virtuales. ¿Soy la única? No creo  Es muy fácil encontrar a la persona que ya no eres al revisar el/ los diarios que escondías de tus hermanos, para evitar ser expuesta y -aún- más vulnerable. Creo que es más fácil aún pensar en el temor de ver nuestras versiones anteriores, diferentes, perfectibles y muchas veces con ideas que los años van perfilando, van puliendo hasta en detalles inesperados o poco notorios pero esenciales. El trabajo de amor propio y de aceptación puede ser un deporte de aventura,

Tripulante interdimensional

 Huitzil se fue y tardó semanas en dejarse ver de nuevo y, cuando lo hizo, fue desde la hoja más alta del árbol de la acera de enfrente, desde la jacaranda que cubre la calle. Por lo largo de su ausencia, en cuanto escuché el trino suave y delicado, me asomé sin perder un segundo y lo vi descansando, mirando en múltiples direcciones, me dispuse a saludarlo desde mi ventana inmediata. Lo saludé con júbilo y con amplios movimientos de brazo. Algunos segundos después de que se percató de mi cautiva presencia, se levantó con un suave aleteo que pronto llegó al máximo de velocidad, cruzó la calle, y a un par de metros arriba  de la misma ventana, se detuvo, vio hacia donde estaba mirándolo y se fue cruzando el techo con dirección hacia donde el alba nunca nos falla. ¿Otros animales no humanos también le piden a colibrí que envíe sus mensajes de recuerdo y añoranza a sus seres queridos que aún están en este plano?