Abro el blog. La pantalla inicial me permite recordar que tengo cuando menos dos entradas como "borradores" pero ¿cuándo vuelvo a ellos? ¿cuándo vuelvo a los párrafos escritos en medio de la necesidad de expresar ideas que me aquejan o me ponen reflexiva? la respuesta ni me enorgullece ni me da felicidad: no vuelvo, la vista a mis palabras e ideas previas.
Las páginas escritas ven la sombra al cerrarse el cuaderno, al apagar la computadora, en los borradores de los bloc de notas virtuales.
¿Soy la única? No creo
Es muy fácil encontrar a la persona que ya no eres al revisar el/ los diarios que escondías de tus hermanos, para evitar ser expuesta y -aún- más vulnerable. Creo que es más fácil aún pensar en el temor de ver nuestras versiones anteriores, diferentes, perfectibles y muchas veces con ideas que los años van perfilando, van puliendo hasta en detalles inesperados o poco notorios pero esenciales.
El trabajo de amor propio y de aceptación puede ser un deporte de aventura, sobretodo cuando hemos sido moldeadas en un entorno que define qué hacer con tu cuerpo: cómo cuidarlo, vestirlo, someterlo, obligarlo y lastimarlo, todo en búsqueda perfeccionarnos en torno a cánones de belleza parciales, subjetivos y asfixiantes. Leo a Ytzel Maya y pienso en las mujeres con las que he compartido épocas y caminos: querernos sí es revolucionario y no es tarea fácil.
Me gustaría que estas líneas me incentiven a leerme, a encontrarme con la que he sido, validarme, reconocerme, reconocer caminos y procesos. Mientras lo logro, me abrazo y abrazo los procesos de las demás personas que negocian consigo mismas en las enredadas circunstancias del amor propio y las luchas constantes por saber quiénes somos cada día, cada lustro y a cada episodio distinto de nuestras vidas.
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