Luna en creciente, estamos a tres noches de cuarto creciente. Por razones que no vienen al caso, no había podido prender copal desde hace varias semanas y, honestamente, necesitaba que su humareda ensortijada entrara por mi nariz y penetrara en mis pulmones, bronquios, bronquiolos para desactivar casi de manera automática mi sistema nervioso. Frente a mí los gatos, siempre espectantes, siguiendo con sigilo cada uno de mis pasos. El encendedor en la mesita, el incienso que sale del envoltorio halado por mi mano, los gatos siguiéndome con la mirada, la luz cálida del foco del comedor a media distancia, el fuego naciente desde mi mano izquierda, la vara de copal en mi derecha, aproximándose hacia su encuentro, que a su vez hacía de centro del triángulo que formamos gata, gato y humana en hipnosis con los espirales, con el fuego, con el humo revitalizador y también con el hecho de que la luna está en creciente, casi en cuarto creciente. Noche coincidente a los días de gozosa -y doloro...